Comencé mi primera novela aprovechando el tiempo libre durante 2020, tenía muchas ganas de leer, pero no encontraba una historia que realmente me enganchara, y también quería cambiarle cosas a muchas.
Para escribir las primeras líneas me armé de valor apuntando a la luna, pensando que iba a escribir los primeros párrafos de una obra digna de premio novel.
Imagínate una escena frente a un lago, ahí estaban tres personajes: mi protagonista, una princesa, su institutriz y el mayordomo real.
Lo curioso es que esa escena no la incluí ni en el primer borrador, pero me sirvió para comenzar a conocer mis personajes.
Me di cuenta, al mismo tiempo decidí, que la princesa era muda, para hacer un poco a la creatividad con los textos en una libreta y contar esa historia sobre una persona maravillosa.
Son personajes, es verdad, pero con sentimientos, pasado, motivaciones. Es la suma de mil cosas que tenemos las personas, lo que nos hace sentir empatía.
En esa escena en el lago, ella iba tarde para un baile en el palacio, por el cumpleaños del rey.
Lo que escribí cuando la princesa Águeda estaba en ese baile me ayudó a conocer a los personajes, en concreto los que vivían en el palacio, como el príncipe y la reina.
Pero me surgieron preguntas, porque salió una amiga de esta protagonista, sin yo estar segura de cómo se habían conocido.
Escribir es en parte abordar las preguntas que tienes, ir desmenuzando todo poco a poco. Así que escribí sobre el pueblo donde vivía esta chica, la amiga, el cómo se conocieron.
Por ahí sí va lo que terminó siendo el capítulo uno. Con esto quiero decir que lo primero que escribes no tiene que ser el capítulo uno.
Una parte maravillosa de escribir novela es explorar alternativas, en cuanto a personajes, tramas, la creatividad no tiene límite.
